LAS
HALLACAS DE MAMÁ
1
En
la casa, mamá empezaba a buscar los ingredientes para las hallacas desde el
inicio de diciembre. Primero aparecían los frascos con aceitunas, alcaparras ,
encurtidos, el pabilo y las pasas. Luego venían las hojas de
plátano; y por último, papá traía las carnes. En tiempos de las cocinas de kerosene,
hacer hallacas era una tarea dura, pero alegre y colectiva. Está labor se hizo
más rápida con la aparición de las bombonas de gas.
2
Papá
probaba el guiso con casabe. Las hallacas también las comía con casabe. Una vez
papá abrió una hallaca, la cual quedo en el medio de las hojas de plátano. Apartó esos bordes de masa que quedan fuera de la hallaca propiamente. No comía esos
retazos de masa, los sacaba del plato, así como le sacaba la masa a las arepas.
Alguien, que no recuerdo, le dijo:
—Alfonso,
eso es lo más sabroso de la hallaca.
3
En
aquella época era costumbre hacer hallacas en persogos. El persogo consistís en
dos hallacas amarradas juntas. El persogo, por lo general, se hacía para
obsequiar a los amigos.
Teníamos
unos vecinos recién llegados. Vendía cervezas en su casa. Uno de los hijos
mayores era conocido por su apodo: “El chévere”. A esa familia, mamá le envió
un persogo. En muestra de agradecimiento, recibimos, a su vez, un persogo de esos vecinos. Probamos esas
hallacas, pero no la comimos porque estaban demasiado picantes. Mamá dijo:
— En vez de guiso, tienen picante.
4
La
abuela Matilde nos contó lo siguiente: En una Navidad, una vecina le regaló un persogó de hallacas, y le
dijo: “Matilde, me guardas las cabuyas que son las trenzas de mis zapatos”.
A
veces pienso, que eso fue una broma de la vecina, pero pudo haber hecho esa
extraña petición, en serio.
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