LOS GUERRA MALASPINA EN VENEZUELA

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viernes, 3 de enero de 2025

EDGAR, GALLERO.

 

EDGAR, GALLERO


 

 

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Alfonso Malaspina era aficionado a las peleas de gallos.  Tuvo buenos ejemplares que se hicieron famosos por sus espectaculares triunfos. Recuerdo especialmente a un giro que ganó muchas peleas, y en la última quedó ciego. Nuestro padre lo dejó para “cogerle cría”. También recuerdo a un gallino negro que ganó dos veces en un mismo domingo. Otro gallo destacado era llamado “el Comerrana”, por sus anfibios gustos alimentarios.

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Los que siguieron a papá como galleros fueron Miguel, Carlos y Edgar. Yo acompañaba a papá a la gallera, pero solo para cuidar a su gallo. Ese cuido consistía en colocarme al lado de la jaula del animal y vigilar atentamente a los que se acercaran. Un gallo podía ser envenenado con un grano de maíz, mientras el dueño estaba cuadrando  una pelea. Había otras maneras de malograr un gallo. Por ejemplo, un gallo de don Miche, que lo había jugado con la luna, y según él no debía perder, no pudo levantar las patas al iniciarse la pelea. Al rato, cayó muerto, sin que su contrincante lo hubiese castigado.

Don Miche le hizo la “autopsia” a su gallo, y le encontró una aguja en “los hígodos”. Ese fue el diagnóstico, con las propias palabras del famoso gallero de La Peñita.

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Edgar, como buen aficionado al asunto de los gallos, tenía  muchos amigos correligionarios: Pacheco, el dueño de la gallera “El Carmen”; el sordo Ignacio; y Orange, juez de peleas gallísticas, entre otros.

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El sordo Ignacio, durante un tiempo, le cuidaba los gallos a papá. Un día, Edgar y yo fuimos a la casa del sordo para ver los entrenamientos. Mientras Ignacio revisaba unas jaulas, a varios metros de nosotros, Edgar preguntó, con voz muy baja y a manera de broma: Ignacio ¿De qué parte del cuerpo usted es sordo? Ignacio, inmediatamente, contestó muy enojado: “Del culo”.

Parece que no era tan sordo.

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Carlos y Edgar contaban dos anécdotas de Orange. En la primera, Orange, durante una redada, declara que es juez. Por ser juez, se le trata con deferencia. Pero cuando Orange le dice a los policías que él es juez, pero de gallos, recibe una serie de improperios.

La otra anécdota es la siguiente: durante una riña gallística se presenta una discusión sobre qué hacer de acuerdo a los reglamentos gallístico. Orange le solicita a Pacheco el tal reglamento. Pacheco lo trae y se lo entrega a Orange, quien a su vez se lo entrega a un tercero para que lo lea. Esta tercera persona lee: “Bienvenidos a las fiestas patronales de El Calvario”.

Esta anécdota demuestra que la sabiduría es distinta a la instrucción.

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Edgar fue jugador de gallos, pero también cuidador o entrenador de los animales de otros galleros. En una época le cuidó los gallos de Chingo Lope, cuando este señor llevaba una vida mundana.

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Carlos me habló de los triunfos de Edgar como gallero. En el 2005, un gallo giro de Edgar ganó un campeonato. El giro le ganó a un zambo de la familia Prado de Valle de la Pascua. Se supo que el gallo de Edgar peleaba por primera vez, mientras que su adversario había ganado tres peleas en las que sus contrincantes terminaron muertos.

El pollo de Edgar ganó la pelea en un minuto con doce segundos, y el premio fue de tres millones de bolívares.

 

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