EDGAR
Y SU EPÍTETO “GALAGALA”: BAILARÍN, TODA SU VIDA.
1
Nuestros
nombres los eligen nuestros padres. La
antigua onomástica se guiaba por el Santoral Católico: el nombre del santo de ese día del nacimiento del niño, se
elegía como primer o segundo nombre. Esta costumbre partía del postulado de que
el nombre marca nuestras vidas, porque cada nombre tiene una etimología precisa
o significado. Por eso, el británico Oscar
Wilde escribió su obra teatral “La importancia de llamarse Ernesto”. Es decir,
el nombre tiene importancia.
2
El
nombre completo de nuestro hermano es Edgar Arnaldo. Pero el 20 de mayo, cuando
nació, ninguno de esos nombres aparece en el Santoral. Eso quiere decir que su
nombre se escogió al gusto de nuestros padres.
Edgar
es un nombre inglés que significa “el que defiende sus tierras con la espada”.
Arnaldo
es nombre alemán, y significa “fuerte como las águilas”.
3
Hay
un santo inglés llamado “Edgar el Pacífico”.
También
hay un santo belga llamado Arnaldo que, además de sacerdote, era maestro
cervecero. Por eso se le considera protector de los bebedores de cerveza.
4
Los
nombres los colocan nuestros padres, para bien o para mal. Una digresión: Una
vez entraron a mi consulta un hombre y una mujer con una niña como de cinco
años. Yo noté que la niña era poco agraciada, por no decir fea. Cuando les
pregunté el nombre de la niña, me contestaron a coro: Tasmania. Indagué si era
su nombre propio o un apodo. La madre, señalando al hombre, dijo: es nombre
propio, se lo puso él.
5
Los
apodos o epítetos los colocan los amigos,
los enemigos o la misma persona. Hay historiadores que han registrado miles de
sobrenombres en un solo pueblo. Esta práctica es tan difundida, hasta el punto
que mucha gente conoce a una persona por su apodo, y no por su nombre. La tía
Carolina tenía mucho talento para colocar un apodo, de manera rápida y
contundente, que siempre se
correspondía, en cuerpo y alma, con la persona elegida.
6
Galagala
proviene de “galán”, voz francesa que significa “elegante, divertido, playboy”.
De allí también “galantería”(generoso,
cortés,) y “gala” (sobresaliente, lúcido). Otra palabra que viene de esa raíz es “galardón” (premio).
En
los tiempos cuando vivíamos en la calle Eliseo Marchena de Las Mercedes del
Llano, el señor Ramón Vargas, cuya casa estaba al frente de la bodega “El gato
negro”, ponía a todo volumen su vieja rockola con canciones bailables del
momento. Edgar era el único que sacaba a bailar a las niñas. Durante esos
bailes, los otros niños aplaudían a la pareja bailadora y le hacían una rueda.
La vecina Josefina Peralta, mujer de buen humor y siempre proclive al chiste y
a las ocurrencias graciosas, al tanto de los bailes infantiles en lo de Ramón
Vargas, bautizó a Edgar con el epíteto de “Galagala”. Y así se quedó para
siempre: Bailarín, toda su vida.
(Fuente: Carlos Malaspina)
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