EDGAR Y “LAS TARDES
GRISES DE JUNIO”.
ERMG
1
“Las tardes grises de junio”, de Jorge Guerrero, era
la canción favorita de Edgar. Eso me dijo Carlos, cuando me envió esa
composición lírica de nuestro llano.
2
Edgar tenía grabada “Las tardes grises de junio” en su
teléfono, y la escuchaba con relativa frecuencia.
Una canción nos gusta cuando consideramos que su letra
y su música reflejan nuestras vivencias, pasadas o presentes. Esa canción nos
trae recuerdos, felices o tristes, evoca
nuestros triunfos y fracasos, nuestras aspiraciones materializadas o no, nuestros amores románticos, fraternos y
filiales.
Jorge Guerrero, genuino rapsoda del llano,
fragua un pasaje con una letra que llega a lo
más profundo del sentir humano para conmover nuestras fibras espirituales. Esto lo
logra a través de la combinación perfecta
del ritmo melancólico con las palabras desoladas.
Junio
es mes de lluvias, y el riego melodioso de la lluvia recuerda, con tristeza,
gota a gota, nuestra remota infancia.
3
“Las
tardes grises de junio” es un canto elegíaco, desde su propio nombre hasta su
estructura métrica y mensaje de filosofía existencial . La elegía es la
composición poética para revivir y tratar de conjurar los infortunios.
El
color gris se asocia a las penurias. Charlie Chaplin, en su autobiografía, se refirió a su infancia, muy pobre y con padres
ausentes, de esta manera: “Pablo Picasso pasó por un periodo azul y otro rosa.
Yo, en cambio, pasé por un periodo gris”.
4
“Las
tardes grises de junio” empieza con una invocación a los astros y sus misterios en un anochecer con
luna llena (“Hoy me agarró el plenilunio con el pensamiento lejos”). El
escritor venezolano Pedro Sotillo , en su cuento “Los caminos nocturnos”, dice que
las lunas llenas del llano son enigmáticas e invitan a la conversación sobre el
sentido de la vida y la muerte, y escribe: “Es necesario haberse aventurado de
noche o por la madrugada por un camino por los llanos, para apreciar todo el
horror de la luz lunar. Es necesario uno
mismo haber sentido la influencia de la luna para darse cuenta de la tremenda irrealidad que siembra
en la vida.”. Más adelante, Sotillo remata que morir en una sabana bajo
una luna llena “debe ser la sensación
más completa de la muerte. Hay algo en estas soledades que a cada paso
nos recuerda la muerte. Aquí es donde mejor se comprende que, después
de morir, no hay nada; que la muerte es el fin irremediable y definitivo. Recorriendo las llanuras he aprendido a negar
la existencia del alma”.
5
El
aguitacamino es ave nocturna que acompaña a los viajeros, y cuyo canto lúgubre
se le asocia a las desventuras ( “Bendito aguaitacamino/guardián del sendero viejo”). El aguitacamino es
nuestro compañero de viaje cuando la vida nos es adversa (“La vida nunca
es pareja”).
6
Andrés Eloy Blanco, en su poema “La renuncia”. Afirma
que la vida es eso: una renuncia, porque poco a poco vamos perdiendo algo: la infancia,
la juventud, nuestros seres queridos, nuestros objetos y cosas, nuestros espacios y moradas, nuestros deseos; y al final nos
conformamos “con un pedazo de lo que antes fuimos”.La renuncia es el viaje de
regreso del sueño...” (“No lloro por mi destino/sollozo es por lo que dejo”.).
Además de los bienes materiales, como un rancho de
palma, se pierden también valores espirituales, enseres intangibles (“Cosas que
llevo en el alma/ y con ellas me acotejo”).
7
La partida definitiva de nuestros padres es la pérdida
más dolorosa de los seres humanos. Jorge Guerrero menciona al padre, y lo
recuerda “como un hombre de temple
parejo”. Así todos recordamos a nuestro padre. Freud dijo que con la muerte del
padre, encontramos a Dios.
El personaje de “Las tardes grises de junio” salió a “buscar
un querer , que cargaba entre las
cejas”, pero nunca encontró a esa mujer. Entonces, regresa y entiende que el
gran amor de su vida es su madre, “su ternura y sus consejos”. Pero su madre ya
no está:”Vuelvo y no encuentro a mi vieja”.
Una madre es nuestro más seguro cobijo en cualquier
circunstancia negativa. Rubén Darío, el bardo nicaragüense, Premio Nobel de
Literatura, lo poetizó así: “Madre, en tus brazos encuentro paz y consuelo, tu
amor es mi refugio en medio de la tempestad”.
8
Al final,
sobreviene la resignación cuando entendemos y aceptamos la impermanencia de las cosas y lo efímero de
nuestro paso vital, como flor primaveral,
cuyo esplendor es cuestión de un
instante (“Adiós, linda flor de parcha”) . Todos vamos hacia vejez, cargando la
pesada alforja de victorias y derrotas, recuerdos gratos y remordimientos. Y la
vejez se dirige , inevitablemente, hacia
la nada: “Y así capoteo mi vida/ que se va poniendo añeja”.
9
El gusto de Edgar por “Las tardes grises de junio”
demuestra su gran sensibilidad humana. Su vida sencilla, pueblerina,
aparentemente ingenua, no estaba exenta de meditaciones metafísicas sobre el
sentido de la existencia, la familia, los
padres, la amistad, la honradez en el trabajo,
el cariño y la solidaridad para con los hermanos, su compañera, hijos y amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario