LOS GUERRA MALASPINA EN VENEZUELA

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viernes, 8 de noviembre de 2024

EDGAR Y LAS TARDES GRISES DE JUNIO

 

 


EDGAR Y  “LAS TARDES GRISES DE JUNIO”.

ERMG

 

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“Las tardes grises de junio”, de Jorge Guerrero, era la canción favorita de Edgar. Eso me dijo Carlos, cuando me envió esa composición lírica de nuestro llano.

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Edgar tenía grabada “Las tardes grises de junio” en su teléfono, y la escuchaba con relativa frecuencia.

Una canción nos gusta cuando consideramos que su letra y su música reflejan nuestras vivencias, pasadas o presentes. Esa canción nos trae recuerdos, felices  o tristes, evoca nuestros triunfos y fracasos, nuestras aspiraciones materializadas o no,  nuestros amores románticos, fraternos y filiales.

Jorge Guerrero, genuino rapsoda del llano,  fragua un pasaje con una letra que llega a lo más profundo del sentir humano para conmover nuestras fibras espirituales. Esto lo logra a través de la combinación  perfecta del ritmo melancólico con   las palabras  desoladas.

Junio es mes de lluvias, y el riego melodioso de la lluvia recuerda, con tristeza, gota a gota, nuestra remota infancia.

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“Las tardes grises de junio” es un canto elegíaco, desde su propio nombre hasta su estructura métrica y mensaje de filosofía existencial . La elegía es la composición poética para revivir y tratar de conjurar los infortunios.

El color gris  se asocia a las penurias. Charlie Chaplin, en su autobiografía, se refirió a su infancia, muy pobre y con padres ausentes, de esta manera: “Pablo Picasso pasó por un periodo azul y otro rosa. Yo, en cambio, pasé por un periodo gris”.

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“Las tardes grises de junio” empieza  con una invocación  a los astros y sus misterios en un anochecer con luna llena (“Hoy me agarró el plenilunio con el pensamiento lejos”). El escritor venezolano Pedro Sotillo , en su cuento “Los caminos nocturnos”, dice que las lunas llenas del llano son enigmáticas e invitan a la conversación sobre el sentido de la vida y la muerte, y escribe: “Es necesario haberse aventurado de noche o por la madrugada por un camino por los llanos, para apreciar todo el horror de la luz lunar.  Es necesario uno mismo haber sentido la influencia de la luna para darse cuenta de la tremenda irrealidad  que siembra  en la vida.”. Más adelante, Sotillo remata que morir en una sabana bajo una luna llena  “debe ser la sensación más completa de la  muerte.  Hay algo en estas soledades que a cada paso nos recuerda la  muerte.  Aquí es donde mejor se comprende que, después de morir, no hay nada; que la muerte es el fin irremediable y definitivo.  Recorriendo las llanuras he aprendido a negar la existencia del alma”.

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El aguitacamino es ave nocturna que acompaña a los viajeros, y cuyo canto lúgubre se le asocia a las desventuras ( “Bendito aguaitacamino/guardián del sendero viejo”). El aguitacamino es nuestro compañero de viaje cuando la vida nos es adversa (“La vida nunca es pareja”).

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Andrés Eloy Blanco, en su poema “La renuncia”. Afirma que la vida es eso: una renuncia, porque poco a poco vamos perdiendo algo: la infancia, la juventud,  nuestros seres queridos, nuestros objetos y cosas, nuestros espacios y moradas, nuestros deseos; y al final nos conformamos “con un pedazo de lo que antes fuimos”.La renuncia es el viaje de regreso del sueño...” (“No lloro por mi destino/sollozo es por lo que dejo”.).

Además de los bienes materiales, como un rancho de palma, se pierden también valores espirituales, enseres intangibles (“Cosas que llevo en el alma/ y  con ellas me acotejo”).

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La partida definitiva de nuestros padres es la pérdida más dolorosa de los seres humanos. Jorge Guerrero menciona al padre, y lo recuerda  “como un hombre de temple parejo”. Así todos recordamos a nuestro padre. Freud dijo que con la muerte del padre, encontramos a Dios.

El personaje de “Las tardes grises de junio” salió a “buscar un  querer , que cargaba entre las cejas”, pero nunca encontró a esa mujer. Entonces, regresa y entiende que el gran amor de su vida es su madre, “su ternura y sus consejos”. Pero su madre ya no está:”Vuelvo y no encuentro a mi vieja”.

Una madre es nuestro más seguro cobijo en cualquier circunstancia negativa. Rubén Darío, el bardo nicaragüense, Premio Nobel de Literatura, lo poetizó así: “Madre, en tus brazos encuentro paz y consuelo, tu amor es mi refugio en medio de la tempestad”.

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Al final,  sobreviene la resignación cuando entendemos y aceptamos  la impermanencia de las cosas y lo efímero de nuestro paso vital, como  flor primaveral, cuyo esplendor  es cuestión de un instante (“Adiós, linda flor de parcha”) . Todos vamos hacia vejez, cargando la pesada alforja de victorias y derrotas, recuerdos gratos y remordimientos. Y la vejez se dirige , inevitablemente,  hacia  la nada: “Y así capoteo mi vida/ que se va poniendo añeja”.

9

El gusto de Edgar por “Las tardes grises de junio” demuestra su gran sensibilidad humana. Su vida sencilla, pueblerina, aparentemente ingenua, no estaba exenta de meditaciones metafísicas sobre el sentido de la existencia,  la familia, los padres, la amistad, la honradez en el trabajo,  el cariño y la solidaridad para con los hermanos, su  compañera, hijos  y amigos.

 


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