RÉQUIEM PARA MI HERMANO EDGAR
1
Todos sabíamos sobre la gravedad de la enfermedad de Edgar. Todos sabíamos que sólo un milagro
podía salvarlo, pero nos aferrábamos a
esa posibilidad ínfima.
2
El 19 de agosto, a las seis y media de la mañana, tus
ojos se cerraron para siempre.
3
Natalia y yo encendimos una vela y nos sentamos en
silencio.
4
Mientras observaba la luz de la vela, pensé que el dolor
por la partida de un hermano hacia la Eternidad es más fuerte desde la lejanía.
5
Lloré amargamente. Evoqué nuestros momentos gratos de
aquella infancia feliz.
6
¡Nuestra
infancia! Esa infancia, ya lejana, fue a caballo sobre los lomos de una rama
cualquiera, sostenida con riendas hechas de un cordel blanco, para jugar a los
vaqueros o adentrarnos por los caminitos del monte
7
Recordé que
nuestra abuela Matilde, una vez te adivinó el destino a través de la forma de
la cera de una vela. Esa vez te dijo: Serás un hombre del llano, del campo. Y
así fuiste: hombre amante de la naturaleza,
de la tierra, de los animales, del trabajo duro, de sol a sol, digno,
enaltecedor.
8
Jamás
olvidaré cuando te presentaste con un cajón en la mano, y nos dijiste
orgullosamente: voy a trabajar de limpiabotas. Siempre te ganaste la vida con
los trabajos más difíciles y humildes.
9
Fuiste
hombre bondadoso, servicial, sencillo, alegre; siempre de buen humor, prestó a ayudar
al prójimo.
10
Cuando
supiste sobre el mal que padecías, lo enfrentaste con mucha valentía, con gran
serenidad socrática.
11
Te
quedas para siempre en nuestros corazones, en nuestros pensamientos.
Descansa,
hermano Edgar.
Cumpliste
honrada y cabalmente con los preceptos
que impone la vida.
12
Paz
a tu alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario