UNA
CONVERSACIÓN CON EDGAR SOBRE SU CIRUGÍA CARDIOVASCULAR.
ERMG
El
3 de octubre de 2019, Edgar me visitó en mi casa de San Juan de los Morros. Yo estaba
enfermo. Hablamos de muchas cosas, pero particularmente sobre
su operación del corazón. De esa conversación salió este texto.
1
Desde los cinco años, Edgar empezó a sufrir “de unas asfixias”. Mi padre visitó casi todos los médicos de la región. La conclusión era unánime: El niño sufría de asma bronquial. Los medicamentos se aplicaron correctamente: los tomados y los nebulizados, pero los ataques persistían con la consecuente dificultad para respirar. Nuestro padre tomó la decisión de visitar al doctor Torrealba, allá en san Juan de los Morros. Alfonso Malaspina había sido paciente de Torrealba. Se conocía porque ambos nacieron en Santa María de Ipire.
2
Encontraron
a Torrealba en su casa-consultorio que también era laboratorio, zoológico o
bioterio.
—¿Qué
te trae por aquí, Alfonso?
—Este
muchacho tiene unos ataques que no se le quitan con nada. Tiene mala
respiración y se pone la piel de otro color. Está pálido y no engorda.
—Vamos
a examinarlo.
Torrealba
se levantó de la hamaca. Andaba en chancletas. Apagó el tabaco y le quitó la
camisa a Edgar.
Pasó
el fonendoscopio por el pecho y por la espalda. Hizo un barrido milimétrico de
esas partes del cuerpo, arrastrando la membrana del instrumento sin levantarla, mientras pedía al paciente que detuviera la respiración por unos segundos,
para luego solicitar que tosiera. Más tarde, Torrealba se introdujo en el
interior de su casa y regresó con un vaso de chocolate. Se lo entrego al niño y
le dijo: Vas a beber cuando yo te diga.
Y
así fue. Torrealba decía: ¡Traga!, y mientras el niño bebía, Torrealba repetía
todo lo que había hecho con su fonendoscopio cuando empezó el examen.
3
Torrealba
se echó en su hamaca y le dijo a nuestro padre:
—Alfonso,
lo de ese muchacho es de operación. Tiene una cardiopatía congénita, eso que la
gente llama un soplo en el corazón. Se lo vas a llevar al doctor Morales Rocha
con esta referencia mía.
4
Nuestro
padre se entrevistó con el doctor Morales Rocha, allá en Caracas, quien lo
atendió con gran deferencia. A los pocos días, Edgar fue hospitalizado para
realizar los exámenes preoperatorios y ser sometido a la intervención
quirúrgica requerida.
5
Nuestro
padre recordaba estos hechos como una situación “de muchos nervios”, acentuada
por la conversación que sostuvo con alguien en el hospital que le informo, sin
que le preguntaran nada, “que hace poco murió una niña que fue operada de lo mismo que tiene su niño”.
6
La
operación de Edgar fue todo un éxito y regresó con unas suturas que le cubrían
parte del pecho y de la espalda. Más nunca se presentaron las asfixias.
El
doctor Morales Rocha no cobró ni un centavo por sus servicios médicos.
7
El
doctor Julián Morales Rocha (1914-1995) fue el más brillante de los
cardiocirujanos venezolanos: colocó el primer marcapasos y realizó el primer
trasplante de corazón en el país.
8
Edgar
me solicitó una fotografía del doctor Torrealba. Yo le entregué un afiche, donde
el sabio está con su microscopio . También le regalé una fotografía del médico santamarieño fumando su tabaco.
Le
pregunté para qué quería esas imágenes de Torrealba. Inmediatamente me
contestó:
—Para
prenderle una vela.
9
Los
pueblos de la Antigüedad, paganos o cristianos, creían que el difunto partía definitivamente, hacia la
Eternidad, el Noveno Día.
¡Hermano
Edgar! Te marchaste, pero te quedas en la memoria de los seres que te queremos.
La
verdadera muerte es el olvido.
¡Nosotros
nunca te olvidaremos!