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REFLEXIONES
ANTE LA MUERTE DE NUESTRA MADRE.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
Ahora
tengo más calma para escribirlo. El tiempo, poco a poco, me ha hecho entender y
aceptar la terrible realidad. Todos los domingos solía llamar a mi madre; pero
el domingo 21 de septiembre de 2014 no fue posible.
Cuando
llegué a Las Mercedes le di el último abrazo, besé su frente y acaricié su
rostro frío, lleno de paz, como diciendo: “puedo irme tranquila a mis ochenta
años, ya estos nueve muchachos están grandes”.
Pero uno nunca es tan viejo para marcharse
definitivamente ni tan grande para conciliar con la muerte.
Este
golpe me deja la certeza de la absoluta insignificancia de mi existencia.
A
mi madre , María Elina Guerra de Malaspina, he dedicado en primera instancia
las bagatelas de mis libros, títulos y reconocimientos.
Con
su vida sencilla le enseñó a todos sus hijos la importancia de los valores
humanos, de los cuales jamás habló porque nunca fue a la escuela, pero eran muy
naturales para ella; y esa peculiaridad nos hizo entender también la
trascendencia del silencio.
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